Mi primera clase de Chikung la pasé llorando. Lágrimas de emoción al sentir esa paz, esa calma, esa unión conmigo y con el otro. Eso hace 8 meses y cada práctica me confirma que quiero aprender más. Llenarme y compartir. Después vino el camino. Mi objetivo era caminar consciente, apaciguando mi mente y nutriéndome de la práctica y de la naturaleza. Lo que descubrí es que mi tarea es aprender a amarme. Y aquí estoy cada día como un bebé dando pasitos hacia mi corazón. Y ahora todo tiene sentido. El Chi kung llamó a mi puerta para ayudarme y ya no hay vuelta atrás.
Gracias Alberto por tu acompañamiento amoroso, sincero y directo.
Nos vemos en el siguiente órgano siempre desde el corazón.

 

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